sábado, 26 de junio de 2010

Nota de opinión. (Por Inés A. D'Argenio)

LA OPCION DE LA CIUDADANIA SEGÚN EL SEÑOR GONZALEZ

Escuché días pasados un denominado “debate” entre Beatriz Sarlo y un señor de apellido González que es actualmente director de la Biblioteca Nacional. Puse atención en el “debate” porque me interesan las reflexiones de Beatriz Sarlo pero, lamentablemente, no hubo debate. González postuló escuetamente una opción electoral irreversible: o se opta por un proyecto nacional y popular, o se opta por un proyecto liberal republicano. Pude haber desechado automáticamente esa postulación y olvidarme del tema, pero no lo hice porque es el director de la Biblioteca Nacional y sobre tal base, se supone, no puede haber ignorancia en su propuesta. Sin embargo, es una propuesta ignorante en cuanto, enmarcada en dos términos irreversibles, ignora una alternativa esencial que se perfila, precisamente, en el nuevo proceso social que transitamos.

Cornelius Castoriadis comienza en 1982 su estudio sobre la antigua Grecia en búsqueda de las raíces de un proyecto de autonomía para hoy (especialmente, en la presentación de su obra “Sujeto y verdad en el mundo histórico-social. La creación humana I” formulada como “advertencia” por Enrique Escobar y Pascal Vernay, Fondo de Cultura Económica, 2004 página 8; y en “Lo que hace a Grecia 1. De Homero a Heráclito. La creación humana II, Fondo de Cultura Económica, 2006). En ese objetivo descubre que asistimos actualmente a un periodo de destitución, es decir, un momento del imaginario social que se retira de las instituciones sociales existentes y las desinviste, quitándoles lo esencial de su legitimidad, para dar cabida a la autoinstitución de la sociedad que se crea a sí misma. Y cada vez esta institución de la sociedad es otra, no está dada de una vez por todas. Cuando una sociedad imputa a otro la creación de sus instituciones, se prohibe cambiar – dice Castoriadis en “Sujeto y verdad”, páginas 42 y siguientes -; éste es un estado de heteronomía social que se rompe con la interrogación propia de la filosofía y la democracia. El nacimiento de la democracia como asunción por parte de la colectividad surge de la interrogación referida a las instituciones existentes. Presentar la institución como si hubiese un origen extrasocial – añade – es el mejor medio de sustraerla a la acción humana. La heteronomía se caracteriza por la rigidez de las investiduras – dice en página 127 – por lo que, para que haya reflexividad y capacidad de acción deliberada, debe haber labilidad de las instituciones: la autonomía es la capacidad de cuestionar lo instituido (página 145). El problema de una sociedad autónoma – enseña en página 190 – es el de encontrar instituciones que hagan a los individuos lo más capaces de crítica que sea posible con respecto a esas mismas instituciones. La institución política es capaz de anular toda potencialidad de reflexión y deliberación en los seres humanos, para transformarlos en simples relevos de una actividad de las instancias del poder.

Zygmunt Bauman, toma como punto de partida los postulados de Castoriadis (principalmente, en “En busca de la política”, Fondo de Cultura Económica, 2001 y 2003, cuya lectura me fue recomendada por Paula Ivana Rautenberg, alumna del posgrado de derecho administrativo en la UNLP, a quien agradezco especialmente) y sobre la base de ellos afirma que una sociedad verdaderamente autónoma no puede existir en otra forma que no sea la de su propio proyecto que admite libertad de autoexamen, crítica y reforma y no como un esquema preestablecido de felicidad como único propósito y razón de ser. Las posibilidades de la razón autónoma dependen de la condición existencial de sus prospectivos usuarios, dice en página 95, destacando el agora como una tercera esfera entre lo privado (oikos) y lo público (ecclesia, el lugar de la política) que asegura un tránsito constante entre ambos campos. Y afirma, en lo que aquí interesa, que el agora puede ser atacada de dos maneras: una es la tendencia totalitaria profundamente arraigada en el proyecto moderno; la otra, la integración y la reproducción del orden glotal que toma la apariencia de un proceso espontáneo y autoimpulsado.

No sabemos muy bien si cuando González habla de una opción “liberal-republicana” alude a la libertad de mercado propia del mundo globalizado de hoy. Tampoco nos interesa descifrarlo porque es solo un extremo, por opuesto al “proyecto político” que postula y, como tal, definido por oposición, en el marco de una dualidad de alternativas de opción que consideramos falsa. Lo que nos interesa es esclarecer el “proyecto nacional y popular” de González, solo para concluir que está muy lejos de constituir el único otro término posible de la opción que da por cierta. La nueva estrategia moderna – dice Bauman, páginas 43 y siguientes – también fue heterónoma: al igual que su predecesora premoderna se basaba en la inclusión predeterminada de cada efímera vida individual dentro de una cadena vital cuyo origen era anterior a ella y que estaba destinada a sobrevivirla…Al igual que en el caso de la estrategia premoderna, puramente heterónoma, al individuo le quedaba solamente aceptar el destino y vivir una vida temporaria cuyos rasgos esenciales estaban prefijados por su participación en unta totalidad duradera. El individualismo republicano y liberal al que alude el director de la Biblioteca Nacional como opuesto al nacionalismo popular – constitutivos ambos a su entender, de la única opción posible para la ciudadanía -, se desarrolló también en el marco de la totalidad duradera en tanto en él creció la importancia de la acción individual como seguimiento de un itinerario preestablecido a la obediencia de las reglas de vida por él impuestas. La Nación – en que se sustenta el proyecto nacional – es la totalidad por excelencia en la que se desarrolla esta estrategia. La nacionalidad – dice Bauman – ofrecía la importante ventaja de estar al alcance de todos los individuos. Para ser eficaz, el remedio exigía conformismo y no audacia, obediencia a las reglas y no transgresión, respeto por los límites y no rutas desconocidas y nuevas. Era por lo tanto una medicina popular y populista, para ser empleada de manera común, repetida y continua. El objetivo de la tendencia totalitaria es tornar irrelevante el pensamiento y carente de toda consecuencia en lo referido al éxito o al fracaso del poder. No existe necesidad de diálogo ya que no hay nada de que hablar dice en página 96 y acudiendo a Hannah Arendt, destaca que la tendencia totalitaria es la tendencia a volver superfluos a los seres humanos. Los individuos no pueden ser libres si no son libres de instituir una sociedad que promueva esa libertad; si no instituyen juntos una agencia capaz de conseguir eso (dice en página 116).

Antonio Negri, en “La fábrica de porcelana. Una nueva gramática de la política”, (Paidós, edición en castellano, 2008), complementa la idea: Cuando se afirma que el Estado-nación determina un espacio de poder que puede permitir ejercer una acción susceptible de modificar el capitalismo- dice en página 75 -, no se trata solamente de una afirmación falsa desde el punto de vista de las transformaciones del orden global, sino de una afirmación profundamente reaccionaria. En efecto: el Estado-nación se sitúa dentro de la red mundial de los biopoderes, es decir, pertenece a esos amos del plantea que logran controlar sus nudos y su mallado a la vez.

La propuesta de González es profundamente reaccionaria porque se sustenta en un modelo propio de la modernidad que desplazó al hombre como eje insustituible de autoinstitución de la sociedad. Y la alternativa opcional que González brinda es falsa porque ambos extremos postulados son producto del mismo proceso social que ignoró al hombre, colocando en el exterior de la sociedad el origen de la institución.

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